Aspectos prácticos
En el espíritu. Envidias, codicia, celos, rencor, deseos de venganza, todo debe ser purificado en el ejercicio de la humildad y en el servicio a los hermanos, alimentado por pensamientos divinos y experiencias en la caridad.
En el alma. El alma es la dimensión humana creada por Dios, y en donde él irá a habitar. En ella está la raíz de nuestras pasiones más profundas. Su núcleo es el que debe ser purificado de toda mancha, pues ese es el lugar de elección de Dios y sólo de Dios. En el alma se encuentra el objeto de todos los afectos y amores del ser humano. Dios, como Absoluto, debe convertirse en la realidad práctica existencial. Esta opción viene de la gracia, pero recibe la ayuda del conocimiento y de la experiencia que se hace a este nivel del alma. Ahí está la raíz de la paz, de la propia presencia de Dios vivo, que nadie podrá robar o destruir.
He aquí la finalidad del hombre: buscar a Dios. Este objetivo, una vez asumido, obra por sisólo sobre el espíritu, haciendo más fácil retirar los celos, la envidia, etc., y convirtiendo en pobreza todos los otros amores. ¡Dios, único y sumo bien, eterno bien! El alma, apasionándose, es impulsada en su dirección, y todos los afectos humanos adquieren la dimensión del mismo Dios: el matrimonio, los hijos, la profesión, el trabajo — todo pasa a ser vivido, en plenitud, en la misma dirección.
Así, en la práctica, debemos hacer todo lo posible para que nuestras acciones mirara Dios y sólo a Dios. Claro que vendrá la libertad en relación con cualquier acontecimiento relativo a la criatura. El alma se vuelve pacífica, se aquieta. Aunque la mujer se encuentre sola viviendo esta dimensión, sin apoyo del esposo, aunque todo caiga, nada la perturbará porque, conscientemente sólo Dios es su finalidad.
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