Bases para la vivencia

lo.) Esta vivencia, durante el embarazo, debe hacerse con naturalidad. María se preparó con naturalidad para el matrimonio con José. No se debe, pues, elaborar, procurar o construir algo heroico o fuera de lo normal. El mismo curso de los acontecimientos nos señala la voluntad de Dios. Vivir bien y con tranquilidad los momentos de cada día, porque ellos son el camino que lleva al punto en donde Dios quiere encontrarnos.

2o.) Durante esta vivencia debemos conocer cada vez más el misterio de la salvación. María, como lo vemos en el "Magníficat", conocía muy bien las profecías. ¿Cómo puede la madre creer y asumir profundamente que su hijo continuará la pasión y 1.a historia de Cristo para el cielo, para la tierra y para la eternidad, si no conoce toda la dimensión de Cristo cósmico. Cristo rey del universo. Cristo Salvador, Cristo Redentor, Cristo fuente de vida y fuente de verdad? ¡No puede desear para el hijo lo que ni siquiera sabe si existe! Será más fácil mantener las ideas que presenta la propaganda de la prensa y la televisión. Por eso, tiene mucha necesidad de meditar continuamente sobre la palabra de Dios.

3o.) Otra base para esta experiencia es la pobreza interior. Las circunstancias, incluso de la misma naturaleza, para ser asumidas con total disponibilidad, exigen la pobreza interior. A través de ella pasamos más allá de los mismos determinis-mos físicos. Por ejemplo, la naturaleza nos da un hijo y éste muere a los dos años. Surge la rebelión: "Entonces, ¿por qué Dios permitió que viniera al mundo,?". La pobreza interior responde: "Dios lo dio. Dios lo quitó, bendito sea su santo nombre" (Job 1,21). Sólo la fe madura puede demostrar que esto no es ni locura ni pasivismo.

La pobreza de María se ve transparente, sencilla y clara. Era la prometida de José y sus planes eran los de una esposa común. Cuando Dios le pidió que modificara sus planes para hacer los de él, ella dijo sí, aunque todo fuera absurdo desde el pumo de vista humano. Pero dijo sí porque era pobre en su interior. ¡Cuántos dramas sobrevienen para aceptar o no un hijo, para aceptar o no un matrimonio, para aceptar o no un defecto del marido o de la mujer! Hay angustias, porquenay apego a las propias ideas.

Lo vemos en Job: Dios permitió que fuese probado, tocado en sus bienes, en la familia, en los amigos y sujeto a las tentaciones. El se angustió. Al principio no entendió. Su naturaleza protestó violentamente, pero venció el amor a Dios. Aun en la oscuridad más terrible de los sentidos, terminó abandonándose totalmente en las manos de aquél que, aparentemente, lo destruía. Entonces pudo exclamar: "De oídas ya te conocía, pero ahora te han visto mis ojos" (Job 42, 5). Sólo la pobreza interior puede llevar a la experiencia de Dios. Bíblicamente, esto se realizó muchas veces. Nosotros somos hombres bíblicos, ¡el pueblo escogido! todo parece una locura a los ojos del mundo. ¿No sería más bien una locura mucho más grande luchar, amar, sufrir, engendrar... para nada?

4o.) Vivir la fe. ¿Cómo se pueden realizar todas estas promesas? ¿En dónde, en la historia, se hablaba de una mujer fecundada por el mismo Dios? María creyó, aun a riesgo de ser apedreada, de ser abandonada por su prometido, de ser humillada, de no poder explicar lo que le sucedía. ¿Qué proclamó Isabel como cualidad fundamental en María? ¡"Bienaventurada tú, porque has creído!" (Le 1, 45). Esta experiencia es el camino que se le propone a la mujer, a la esposa. Compromiso en la fe, sin discutir lo posible, sin preocuparse del qué dirán. Así será dichosa la mujer, porque se realizarán las promesas del Señor.

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