Consagraciòn y sacerdocio en el matrimonio
Esperanza. La mujer, por su formación, está más expuesta al peligro de buscar en la religión sólo un apoyo, y hasta un refugio, y terminar en lo subjetivo. El hombre, con menos rmotividad, llega más fácilmente a la esperanza clara y objetiva. Asume al mundo en lo que él ve y toca, pero en la certeza de lo que espera y ve. Tiene que vivir de una dimensión íntima. La esperanza no está sólo en el sentimiento, sino en la proyección de todo el ser más allá de la materia y de los sentidos, en la seguridad de lo que ha de venir: ver a Dios cara a cara, y arriesgar todo por esto. La esperanza, para el cristiano, es la comunión con la agonía de Cristo. Es la aceptación de la vida por medio de la muerte de sí mismo. Se manifiesta a través de actos concretos que resultan de la certeza de que todo tiene explicación y sentido en Cristo.
Caridad. Lleva a hacerse servidor. Su dignidad no se rebaja, sino que permanece por la propia función: ser el redentor de su mujer y de sus hijos, conservando su grandeza de esposo y padre. Como Cristo, que amó a su Iglesia, pero permaneció en su dignidad humana y divina. Por la caridad, el hombre le tiene siempre verdadero respeto a la mujer.
Para lograr un verdadero equilibrio, ambos, hombre y mujer, tienen que asumir su función, sin ir más allá de sus límites. Es como la tierra y el mar que, manteniéndose en sus límites, se embellecen el uno al otro, logrando así la unidad armónica del paisaje. El paisaje en la vida familiar se obtiene por la caridad, que purifica todos los desvíos de relación y pone en armonía la naturaleza de la pareja.
Por tanto, en Cristo el hombre ofrece, consagra y conduce. Se cumple integralmente la misión del hombre de devolver su esposa a Dios, enriquecida en su santidad por la convivencia conyugal. Cristo entregó su vida no porque hubiese encontrado una Iglesia santa, sino para purificarla, santificarla y presentársela a Dios, virgen e inmaculada.
Es posible que una pareja no haya alcanzado la verdadera dimensión de la castidad mientras eran novios, o al comienzo de la vida conyugal, pero el mismo ejercicio del amor puede llevarlos a la virginidad en el Espíritu, que es la plenitud de la vida engendrada en la entrega total a Dios. En esta dimensión, se puede conquistar siempre cada vez más perfectamente hasta la muerte. El matrimonio es una invitación a la virginidad, como lo es el sacerdocio.
0 comentarios:
Publicar un comentario