Mamá - la mujer eterna

Jesús vino al mundo en la plenitud de los tiempos para darnos la posibilidad de participar de la naturaleza divina por medio de su encarnación. No anuló la ley antigua, sino que la completó. Con él comienza un nuevo orden. El es la Palabra divina, el Verbo encarnado que le manifiesta a la humanidad la grandeza a la que el Padre la ha destinado desde el comienzo de los tiempos.

Con la encarnación de Jesús, ya se encuentra en el tiempo la dimensión sobrenatural de la gracia, con la que se desarrolla toda nuestra historia de la redención. Pero para que esto sucediera, era necesaria una nueva criatura, distinta de las denlas, con cualidades propias, capaz de estar en comunión con Dios, para que pudiera engendrar al hombre nuevo, Jesús.

María es la realidad nueva o última. (Este es el sentido del término latino "nuevo"). Dios la revistió con tantas gracias que jamás podrá tener ninguna otra criatura.

Por eso, es la mujer eterna, con su personalidad propia, encarnando la realización plena de las características femeninas, en su ser como mujer y como madre. Tuvo todos los rasgos eternos, es decir, que permanecerán siempre, porque no están sujetos a los condicionamientos del tiempo, a las circunstancias de la época o a la esclavitud de la cultura y de la muerte.

"Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y al que enviaste, Jesucristo" (Jn 17, 3).

Purificada por los méritos de Cristo, aun antes de nacer, María, como ninguna otra criatura, conoció a Jesús, llevándolo en su vientre desde la concepción.

El Espíritu se unió a ella substancialmente. El Verbo asumió la carne. El Espíritu asumió la potencia generadora de María. Por tanto, a través de su fecundidad el Espíritu se manifiesta y se hace sensible.

De este modo María queda constituida como mujer eterna por poseer, en plenitud, este conocimiento de Dios, que es la propia gracia comunicante.

Ella es la mujer nueva, eterna, y también es virgen y madre.

¿Qué entendemos por virginidad? Es la manifestación de la libertad que se consagra enteramente a Dios. Exige una existencia libre en su Origen para que asuma una entrega que compromete todo su ser.

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